Toda la obra de Federico García Lorca está envuelta en misterio, ya que las balas asesinas de Franco le arrebataron la vida. Y aún más las partes de su obra que podríamos considerar inacabadas. Este es el caso de Sonetos del amor oscuro, el único texto conocido en el que el poeta habla abiertamente del amor entre dos hombres. Once composiciones de una belleza inigualable, escritas durante el último año de su vida, de las cuales desconocemos si iban a formar parte de un conjunto específico o cómo Lorca las había concebido. Estos once poemas rozan la perfección, tanto por su casi perfecta musicalidad como por sus imágenes, a veces de naturaleza marcadamente erótica, construidas con una encomiable imaginación.
En una carta a Rafael Rodríguez Rapún, quien se declara heterosexual pero es admirador y amigo de Federico, y se dice que fue la última de las pasiones amorosas del poeta de Granada, Lorca sostiene:
La normalidad no es ni lo tuyo, de conocer sólo a la mujer, ni lo mío. Lo normal es el amor sin límites. (...) En lo mío no hay tergiversación. Uno y otros son como son. Sin trueques. No hay quien mande, no hay quien domine, no hay sometimiento. No hay sustitución ni remedio. Solo hay abandono y gozo mutuo. Pero se necesitaría una verdadera revolución. Una nueva moral, una moral de la libertad entera. Eso es lo que pedía Walt Withman.
Seguramente, estos sonetos están hechos de esto. De la reivindicación de una nueva moral que convierta el amor en lo que es esencialmente: un ejercicio de libertad en el sentido más amplio y más íntimo de la palabra. Una moral que aún no ha llegado. Y eso es precisamente lo que continúan haciendo estos once sonetos, tan necesarios y urgentes.