Siempre supe que nunca abandonaría Chelston House; lo sentí desde el mismo día en que crucé el umbral de esa hermosa y vasta finca en Lincolnshire. Aún tengo presente el olor de la hierba mojada y recién cortada al caminar por el sendero que conducía a la casa, así como la imagen majestuosa y elegante de sus regias y doradas paredes. Los campos verdes, el paseo de magnolias y los hermosos jardines franceses eran una sinfonía visual armónica y perfecta. Era la primera vez que pisaba la campiña inglesa y debo admitir que me quedé encantada con sus paisajes verdes e idílicos. Al llegar a la finca, una sensación de nerviosismo y emoción invadió todo mi cuerpo. Tenía muchas ilusiones y expectativas puestas en esa visita, además de estar profundamente enamorada de Edward, así que todo me parecía maravilloso. Sin embargo, nunca imaginé que esa admiración inicial se convertiría con el tiempo en odio, desconfianza y un miedo incontrolable. Chelston House no es lo que aparenta, ahora lo sé. (Amanda Kresley)
Cuando tras un año de relación, Edward Benet, un atractivo caballero inglés, propuso a Amanda Kresley viajar desde Estados Unidos a Gran Bretaña para conocer a su madre, nada hacía sospechar que este sería el peor viaje de su vida. Chelston House, una hermosa mansión en medio de la campiña inglesa, era el lugar idílico donde vivía Meredith, la madre de Edward, una mujer extremadamente hermosa pero también contenida, calculadora e incluso un tanto gélida. En un principio, todo parecía indicar una estancia perfecta, pero en Chelston, nada es lo que parece. Amanda se ve rápidamente envuelta en un mundo de secretos, mentiras y personajes atormentados al borde de la locura, capaces de cualquier cosa para preservar su extraño estilo de vida.