Primero llegan la tormenta y el rayo y la muerte de Domènec, el campesino poeta. Luego, Dolceta, que no puede dejar de reír mientras narra las historias de las cuatro mujeres que fueron colgadas por brujas.
Sió, que se enfrenta a la crianza sola de Mia e Hilari allá arriba en Matavaques. Y las trompetas de los muertos, que, con su sombrero negro y apetitoso, anuncian la inmutabilidad del ciclo de la vida.
Canto yo y la montaña baila es una novela en la que las mujeres y hombres toman la palabra, junto con fantasmas y mujeres de agua, nubes y setas, perros y corzos que habitan entre Camprodon y Prats de Molló, en los Pirineos.
Esta zona de alta montaña y frontera, más allá de la leyenda, conserva la memoria de siglos de lucha por la supervivencia, de persecuciones impulsadas por la ignorancia y el fanatismo, de guerras fratricidas, pero también encarna una belleza que no necesita muchos adjetivos.
Es un terreno fértil para liberar la imaginación y el pensamiento, para tener ganas de hablar y contar historias. Quizás sea un lugar para empezar de nuevo y encontrar cierta redención.