¡Saludos!
Me presento como Verónica Jiménez, tengo treinta y ocho años y soy una mujer independiente, trabajadora, autónoma y, según dicen quienes me conocen, bastante cabezota y controladora. Bien, lo admito, así soy. Pero, ¿acaso alguien es perfecto?
En el pasado, solía creer en princesas y príncipes, hasta que mi príncipe se convirtió en un sapo y decidí que el romanticismo no era para mí. Por ende, para horror de aquellos a mi alrededor, me impuse tres reglas para disfrutar del sexo sin compromiso.
La primera: jamás involucrarme con hombres casados. Soy de las que respeta, y nunca haría algo que no me gustaría que me hicieran a mí.
La segunda: trabajo y diversión no deben mezclarse bajo ninguna circunstancia. ¡Ni en mis mayores locuras!
Y la tercera, pero no menos importante: solo hombres menores de treinta años. ¿Por qué? Porque sé que ellos están en la misma sintonía que yo: ¡a disfrutar!
Puedo afirmar que hasta el momento estas reglas me han brindado excelentes resultados. Sin embargo, durante uno de mis viajes de trabajo, conocí a Naím Acosta, un hombre de alrededor de cuarenta años, seguro de sí mismo, atractivo, sexy y tremendamente romántico, que me está volviendo loca.
Basta con verlo para que mi corazón se acelere. Escuchar su voz y me sienta en llamas. Solo con pensar en él siento una estampida de elefantes en mi estómago. Sé que somos muy diferentes, pero los polos opuestos se atraen, y nosotros no paran de chocar, y probar y... y...
Bueno, será mejor que me calle. Te dejo leer, y cuando termines, dime si habrías probado... ¿o no?
Esta historia está reservada para adultos.
¡Espero haber capturado adecuadamente el estilo de escritura de Brandon Sanderson!