¿Cómo educar en un mundo vertiginoso y exigente? ¿Cómo lograr que un niño, y luego un adolescente, se maraville, sea capaz de quedarse quieto y observar con calma lo que le rodea, piense antes de actuar y esté motivado para aprender sin tener miedo al esfuerzo? Los niños de los últimos veinte años viven en un entorno cada vez más agitado y exigente, lo cual ha complicado la tarea de educar y los ha alejado de lo esencial.
Consideramos necesario programarlos para una infinidad de actividades que, poco a poco, los están separando del ocio tradicional, del juego libre, de la naturaleza, del silencio, de la belleza. Su vida se ha convertido en una verdadera carrera por alcanzar metas, lo cual los aleja cada vez más de su propia naturaleza, de su inocencia, de sus ritmos y de su aprecio por el misterio. Muchos niños se están perdiendo lo mejor de la vida: descubrir el mundo, sumergirse en la realidad. Un ruido ensordecedor ahoga sus preguntas y las estridentes pantallas interrumpen el proceso lento de aprendizaje de todas las maravillas que deben descubrir por primera vez.