Lorena atisba a su novio enredado con la jefa de contabilidad en la fiesta navideña de la compañía y opta por huir de allí. Empaca una maleta, toma el primer vuelo que encuentra y se refugia en la morada de su abuela Afrodisia en un desolado pueblo. Dos días tras su arribo, la campana de la puerta suena y ella imagina que es su ex, pero resulta ser aún peor. Quien llama es su jefe, el dueño de la empresa, Nicolás, apuesto, sexy y terriblemente insoportable, quien no viene a buscarla porque la extrañe, sino porque precisa algo de ella. En concreto, precisa a Afrodisia...
Lorena escucha su ridícula propuesta, le pide que le gestione el finiquito y le cierra la puerta en las narices. Sin embargo, el instinto de Afrodisia le dice que debe recibirlo y accede: se hará pasar por su ama de llaves para un reportaje de carácter íntimo y familiar en un canal de televisión. Nicolás no se relaciona con su familia, así que no tiene otra opción más que alquilar a la abuela de su recepcionista por una buena suma de dinero, ya que sus asesores le insisten en que será beneficioso para su negocio proyectar una imagen un tanto entrañable.
Él no tiene nada de entrañable. Y menos aún en Navidad, una estación que aborrece más que ninguna otra; no obstante, va a tener que pasarla encerrado en un pequeño pueblo junto a su recepcionista que lo odia y la alcahueta de su abuela, esperando la llegada de los reporteros. Un verdadero escenario de pesadilla donde jamás podría ocurrir algo mágico o inesperado. O eso creen...