- El sol del primer día del verano se eleva sobre una Florencia asolada por la peste. Un hombre agoniza en su mansión al borde del Arno. Ha sido consejero de los más poderosos y amante de las más bellas. Solo en su lecho de muerte, el canciller Nicolás Maquiavelo trata de iluminar lo que fue su existencia. Evoca a damas por las que fue amado, a papas con los que negoció, a poderosos señores que no siempre estuvieron a la altura de sus proyectos.
Un pasaje que no logra descifrar lo atormenta. En aquella confusa aventura, que comenzó en 1499, se enredaron los tres nombres determinantes en su vida: la condesa de Forlì, Caterina Sforza, el papa Alejandro VI y su hijo César Borgia. Y un turbio regalo que llegó tarde a su destinatario: el retrato nupcial de Bianca Sforza, sobrina de Caterina, que murió demasiado joven. ¿Por qué era tan trascendental ese encargo? ¿Qué destino de muerte albergaba ese exquisito retrato del maestro Leonardo que el canciller Maquiavelo entregó demasiado tarde?