Antes de tener hijos, estaba completamente segura de que sería una madre perfecta. Imaginaba que sobresaldría en mi rol como madre, que mis hijos siempre estarían impecables y que yo, brillando en mi nueva posición, dormiría tranquila todas las noches. En mi mente, me despertaría descansada y con la mejor disposición para enfrentar cada día. Sí, lo creía firmemente. Pero debo admitirles, desde el principio, que tengo un lenguaje poco refinado.
Honestamente, creo que eso se lo debo a mi padre, que era más malhablado que un marinero. Si estás escuchando esto, debo advertirte: esto no es para personas prejuiciosas, no es para aquellos que se pelean con desconocidos en las redes sociales o que escriben mensajes llenos de odio como cobardes tras una pantalla. Este audiolibro está destinado a personas empáticas, comprensivas y, sobre todo, humanas. Aunque me asusta exponerme de esta forma, también me alivia pensar que realmente a nadie le importa, y eso, en definitiva, me motiva a abrirme y compartir con ustedes varias risas, un par de lágrimas y que finalmente sientan el cariño que este audiolibro contiene en sus páginas. Así que, sin engaños, les doy la bienvenida a mi hogar.