Nicolás, un joven de dieciocho años, es un Ni-Ni, ni estudia ni trabaja. Sólo ha cursado la educación secundaria de forma precaria. Su madre le da pequeñas cantidades de dinero, mientras que su padre está a punto de quedarse sin empleo y su hermana de quince años es una furia incontrolable. Nicolás cuenta con diez euros y dos amigos, Berto y Juan, pero aparte de eso, no tiene mucho más. Su único lujo es tener tiempo de sobra para gastarlo como quiera. No sabe nada del futuro y prefiere no hablar del pasado. Su presente es incierto.
En cuanto a las chicas, aunque antes él tenía cierto control, ahora es al revés; ellas toman la iniciativa. Carmen, su antigua interés amoroso, ya es cosa del pasado. Ahora le atrae Laia, pero no ha tenido éxito. Además, se cruza en su camino Mariví. Todo lo que Nicolás necesita es un trabajo decente para poder vivir. Sin embargo, las palabras trabajo y decente parecen no ir juntas nunca.
Esta es la historia de un miércoles cualquiera en la vida de un chico común; un chico que nunca ha sido lo suficientemente bueno en algo ni lo suficientemente malo en nada. Sus días son todos iguales, podría ser lunes o incluso domingo y sería lo mismo. Su vida es como un carrusel, dando vueltas y más vueltas, sin salir del vecindario, como si las calles no tuvieran esquinas.
También es la historia de un chico que en algún momento se convirtió en una estadística negativa. ¿Cuándo dejó de soñar? En realidad, tiene un sueño: ganar suficientes puntos en los juegos de la consola para comprar a su jugador favorito de fútbol, Neymar. Todo lo demás parece inalcanzable.