Ella aborrecía a los arrogantes encantadores, alérgicos al compromiso.
Él se había jurado a sí mismo nunca enamorarse, y era un hombre de palabra.
El destino tenía sus propios planes...
No te atrevas a enamorarte de James, le advirtieron.
Cuando Jennifer Easter llegó a su nueva vida, a cinco mil kilómetros de casa, su prima Pat la recibió con los brazos abiertos y esa única advertencia. Pero incluso sin haberlo conocido, sabía que su completa aversión por los hombres guapos hacía que esa advertencia fuera innecesaria. James no tenía ninguna posibilidad... Además, apenas podía pensar en otra cosa que no fuera el apuesto desconocido con el que se encontraba una y otra vez desde que llegó a Santa Carla.
No sabía nada acerca de él, excepto que era el tipo más irresistible que había conocido y que solo con mirarla, le provocaba un cortocircuito. Aunque antes moriría antes de admitirlo frente a ese arrogante demonio de ojos verdes. No había escapado durante años de ese tipo de hombre para permitir que el líder del clan la convirtiera en su esclava... a pesar de que lo deseara más allá de límites saludables. Ni hablar, no estaba dispuesta a ceder a la tentación y tenía toda la intención de decírselo... en cuanto dejara de besarlo.
No te acerques a mi prima, playboy de pacotilla, le advirtieron.
James Novak se había burlado de su mejor amiga, pero terminó prometiéndole mantenerse alejado. Después de todo, había más mujeres que granos de arena en el desierto y él estaba acostumbrado a tener a quien quisiera...
... al menos hasta que puso sus ojos en la única mujer a la que no parecía impresionarle en lo más mínimo. No tenía idea de quién era ni de dónde venía, solo sabía que se volvía loco cada vez que la tocaba con un solo dedo. Lo cual intentaba hacer a la menor oportunidad, a pesar de que ella se empeñara en fingir que era inmune a todos sus encantos. Intentar llevarla a la cama podría convertirse en su pasatiempo favorito, si no fuera porque ella conseguía sacarlo de quicio con la misma facilidad con la que lo enloquecía de deseo...
Por suerte o por desgracia, el destino había decidido hace mucho tiempo que estaban destinados a estar juntos. Y parecía no importarle en lo más mínimo que ella renegara de sus sentimientos o que a él le produjera sarpullidos cada vez que alguien mencionara la palabra amor. Había decidido intervenir y jugar con ellos al gato y al ratón, hasta que ambos cedieran a la tentación... de enamorarse.
¿Se puede luchar contra el destino?... Ambos lo intentarán con todas sus fuerzas. ¿Saldrán victoriosos de esta contienda?