Luis Codrán, corresponsal de La Crónica de España, se embarca en un viaje hacia Melilla con el propósito de ser el primero en transmitir la crónica de la conquista de la Bahía de Alhucemas y la derrota definitiva de la harka liderada por Abd el Krim. En ese lugar, se encuentra con un terrible asedio al que está sometido el campamento español. Codrán se ve obligado a decidir si debe escribir sobre la batalla o convertirse en protagonista de ella, si debe plasmar la muerte o ser parte de quienes matan.
Los soldados españoles se encuentran sitiados, sin agua, víveres, municiones o medicinas, mientras enfrentan el implacable sol del ardiente verano. Frente a miles de rifeños que saben que Igueriben es la clave para expulsar a los españoles de la región del Rif en Marruecos, los soldados venden sus vidas de forma valiente. Los días transcurren y los cadáveres se amontonan en aquel reducto, donde el olor a muerte lo impregna todo. La locura, la sed y la desesperación hacen de cada segundo una lucha por sobrevivir.
En medio de esta tragedia, Codrán descubre la miseria y la dignidad humanas, y aprende el verdadero valor de la amistad, del honor y de lo que significa estar en una guerra. Sin embargo, siempre estará allí el comandante Benítez, quien infunde ánimo y fuerza a sus hombres para seguir luchando hasta el final. Y no lo hacen por España, por el Rey o por una bandera, sino por ellos mismos, por cada uno de los trescientos soldados de Igueriben.