Un hacker que se infiltra en el Vaticano. Una iglesia barroca en Sevilla que mata para protegerse. Tres malhechores pintorescos que aspiran a mantener viva la copla española. Una hermosa aristócrata andaluza. Un apuesto sacerdote-agente especializado en asuntos turbios. Un banquero celoso y su secretario ludópata. Una mujer de setenta años que bebe Coca-Cola. La postal de una mujer fallecida hace un siglo. Y el enigmático legado del capitán Xaloc, último corsario español, desaparecido frente a las costas de Cuba en 1898.
Con todos estos elementos, Arturo Pérez-Reverte construye en La piel del tambor una trama ingeniosa, compleja y fascinante. Con su desbordante imaginación, su espectacular dominio de la narrativa y los diferentes géneros superpuestos -misterio, policíaco, historia, romanticismo, aventura, folletín-, el autor nos sumerge sin aliento en una historia que nos impide retirarnos, arrastrándonos hacia un enigma cuya clave se oculta en las sombras de los viejos muelles del Guadalquivir. Allí, todavía hoy, en las noches de luna llena, las sombras de mujeres agitan sus pañuelos y goletas tripuladas por fantasmas zarpan rumbo a las Antillas.